Reseña de «UN ESCRITOR EN GUERRA: VASILI GROSSMAN EN EL EJÉRCITO ROJO, 1941-1945» (2006), de ANTONY BEEVOR – Luis Bermer | Cuentos de Terror
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Reseña de «UN ESCRITOR EN GUERRA: VASILI GROSSMAN EN EL EJÉRCITO ROJO, 1941-1945» (2006), de ANTONY BEEVOR

VasilI Grossman Un escritor en guerra

Los autores de «Un escritor en guerra: Vasili Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945», Antony Beevor junto a Luba Vinogradova, nos cuentan la experiencia en la II Guerra Mundial del escritor judío soviético Vasili Grossman, adjunto al Ejército Rojo en diferentes unidades y frentes, para realizar su función de cronista de la vida de estos hombres en el frente a pie de trinchera.

Vasili Grossman

Vasili Grossman. Fuente: El País

 La estructura del libro se basa en las notas y artículos escritos por Vasili. La voz de Beevor hace de hilo conductor, acotando y aportando el marco cronológico y las explicaciones históricas necesarias para ubicar el sentido y trascendencia de los trabajos de Vasili, conformando un todo coherente y completo en la mente del lector. Me ha gustado mucho este formato, pues aprendes Historia al tiempo que te pones en la piel de los individuos que la conformaron a base de sacrificios impresionantes, inimaginables a no ser por trabajos como éste.

Vasili tomaba notas de sus impresiones personales sobre los distintos escenarios bélicos que iba recorriendo -jugándose la vida, sobra decirlo-, muchas veces simples imágenes, pero con un alto poder evocador del ambiente que allí se vivía. Extraigo un ejemplo:

«Un bebé llora toda la noche. Tiene un absceso en una pierna. Su madre le susurra, tratando de tranquilizarlo: «Mi niño, mi niño», mientras la batalla nocturna truena en el exterior».

Esta capacidad de reflejar la realidad mundana de la población civil y los soldados rasos, su capacidad de sacrificio por su patria, le permitía escribir artículos para el periódico Estrella Roja, muy valorados y leídos por los soldados, que veían así la trascendencia y valoración a otro nivel del papel que estaban jugando. Tristemente, el sistema de propaganda estalinista no tardaría en recortar, modificar y censurar todo aquello que no entrase en su cerril visión, algo de lo que Vasili se resintió cada vez más (muchos años tras acabar la guerra, en 1964, moriría de un cáncer de estómago con 58 años, a los pocos años de que se vetase la publicación -¡por antisoviética!- de su mayor obra, «Vida y destino», que finalmente vería la luz gracias a una red de disidentes, fuera de la URSS, por supuesto).

Soldados rusos

Soldados rusos. Fuente: Taringa.

Algunas de las «razones» por las que se modificaba/censuraba su trabajo era, por ejemplo, no dar cabida a la importancia de Stalin durante la batalla de Stalingrado (como sí hacían los escritores propangandísticos del régimen, p.ej), motivo por el que, por ejemplo, se le trasladó forzosamente antes de que terminase la liberación de la ciudad. Otro de los puntos de desencuentro fue que Vasili subrayó el sufrimiento particularmente cruel del pueblo judío bajo los nazis, y Stalin -que se volvió cada vez más antisemita- insistía en que no podían hacerse distinciones: todo era sufrimiento del pueblo ruso.

Vasili entrevistó a personas de todos los estatus. Se vio sorprendido, en una reunión con generales, por su absoluta mezquindad, megalomanía y falta de empatía por todas aquellas personas a las que dirigían. Todo era un «yo, yo, yo, yo…», desacreditar los logros de otros generales, y hacerlo todo de cara a los «logros» para la historia, algo que se vio claro en la carrera por ser el primero en entrar en Berlín al final de la guerra. Los años pasan, pero parece que la mezquindad de jefes, líderes y otros especímenes psicóticos de esta clase sigue intacta.

Un punto que me ha resultado muy conmovedor han sido los desvelos, la culpabilidad, que a Vasili le persiguió siempre, por verse separado de su madre y no poder dar con ella durante años, pero sintiendo que su destino había sido cruel. En efecto, al final descubriría que fue asesinada junto a otros 30.000 judíos en Berdichev (Ucrania) en una de las sistemáticas matanzas nazis con las que asolaban poblaciones enteras.

Ekaterina Savelyevna

Ekaterina Savelyevna, madre de Grossman. Fuente: Samizdattitude.

Otro de los apartados que me han resultado absolutamente estremecedores, por su meticulosidad a la hora de narrar los pormenores de lo que allí ocurrió, ha sido el dedicado a los campos de concentración de Treblinka, en su artículo «El infierno de Treblinka». Decir monstruoso es quedarse corto. Matanza sistemática de cerca de dos millones de personas en poco más de un año. Algunos extractos:

«Las madres enloquecidas de terror eran obligadas a pasar con sus hijos entre los ardientes hornos sobre los que miles de muertos se retorcían entre las llamas y el humo, con contorsiones y sacudidas como si hubiesen vuelto a la vida, mientras los vientres de las embarazadas muertas estallaban por el calor y sus hijos nonatos ardían en los úteros abiertos de sus madres. Esta visión podía volver loca hasta a la persona más equilibrada».

«Una de las principales diversiones eran las violaciones nocturnas y la tortura de las jóvenes más hermosas, seleccionadas de cada transporte de prisioneros. Por la mañana los propios violadores las llevaban a la cámara de gas».

«Un SS llamado Zepf. Se especializaba en matar niños. Esa bestia, que poseía una enorme fuerza física, sacaba de repente a un niño de la multitud y le golpeaba la cabeza contra el suelo agitándolo como un badajo, o lo hacía pedazos».

«Los habitantes del pueblecito de Wólka, el más cercano a Treblinka, cuentan que a veces los gritos de las mujeres asesinadas eran tan espantosos que todo el pueblo perdía la cabeza y corría hacia el bosque para escapar a esos chillidos agudos que atravesaban los troncos de los árboles, el cielo y la tierra. Luego, de repente, los gritos cesaban y se hacía el silencio antes de que comenzara una nueva serie de gritos, tan aterradores como los anteriores, chillidos que taladraban los huesos, los cráneos y las almas de quienes los oían. Esto sucedía tres o cuatro veces al día».

«La tierra expele huesos aplastados, dientes, ropas, papeles. No quiere mantener secretos, y de sus heridas incurables brotan multitud de objetos […], como si una mano invisible las empujara hacia la luz […]. Un terrible olor a putrefacción se cierne sobre todo el campo, un olor que ni el fuego, ni el sol, la lluvia, la nieve o el viento pueden disipar. Y miles de pequeñas moscas del bosque planean sobre los objetos, los papeles y las fotografías medio podridas».

Cuando uno lee libros como este «Un escritor en guerra» se hace consciente de la importancia de conocer, de recordar los extremos a los que la humanidad puede llegar conducida por líderes y políticos psicópatas. Las nuevas generaciones han de conocer esto. Ojalá las consciencias sociales y su juicio crítico vayan mejorando a base de educación, leyendo la lección que la Historia a escrito con mares de sangre, y podamos dejar algún día el salvajismo que aún impera de ésta y otras formas más sutiles.

Un libro extraordinario, cuya lectura recomiendo con fervor desde aquí.

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