Un grupo de viejos amigos, tras un tiempo sin verse, vuelven a reunirse en un chalet tras recibir la invitación de la pareja anfitriona. Estos parecen haber hecho un largo viaje interior en búsqueda del remedio contra el dolor y traumas del pasado (la mujer perdió a un hijo por descuido junto a su expareja, Will, también presente en la cena) y haberlo encontrado. En un ambiente de buscada fraternidad post-new age, la pareja les muestra un vídeo del creador de una amorosa comunidad que predica la conexión como forma de redimir todo dolor pasado, la angustia del presente y el miedo a la muerte, causando éste distintas reacciones entre los invitados. No cuento más 🙂
La invitación es un solvente thriller, con ciertas moñadas por momentos, pero que en líneas generales consigue crear una tensa atmósfera de desasosiego, transmitiendo al espectador esa sensación de «algo muy oscuro está pasando aquí y no sé qué es«, que te mantiene atento a todo detalle gracias a unas buenas interpretaciones. Ya solo por esto merece la pena echarle un ojo, cuando buscas una película que te saque durante hora y media de tu rutina habitual.
El tema central de la película también invita a la reflexión: ¿Se puede realmente superar un pasado traumático? ¿De qué manera con efectividad? ¿O por el contrario estamos condenados a arrastrar por siempre «marcas», con mayor o menor asepsia, que determinan también nuestro presente y futuro? Se muestra como parte de la adultez es en cierta medida un periodo de asimilación y aceptación de todo lo ocurrido en la «primera parte», y el material con el que hemos de construir la parte final del edificio que es nuestra vida.
En definitiva, una buena película de suspense que, sin rozar ningún nirvana o paraíso, resulta muy digerible y entretenida como opción nocturna de cine.
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