Con esta extensa (320 páginas) recopilación de relatos (seleccionados de sus obras «Noctuario«, «Grimscribe» y «Canciones de un soñador muerto» más seis cuentos nuevos), Thomas Ligotti ganó un par de premios Bram Stoker (uno de ellos por el relato que cierra la antología, «La torre roja«).
Llevaba años escuchando el nombre de este escritor de historias de terror, con fama de «o lo amas o lo odias» y al final le he dado la oportunidad para conocerlo y ver qué me parecía su obra.
Sin entrar a analizar los relatos uno por uno, yendo de los que me han gustado mucho, a los que me han aburrido solemnemente, sí que os comparto mis impresiones y sensaciones generales subjetivas sobre el libro:
Se nota que Thomas Ligotti es un escritor solvente, con gusto por el lenguaje literario, y trabajar bien su prosa. También se notan mucho sus influencias, siendo la primera de todas Lovecraft, Poe por lo clásico, o Kafka por lo retorcido, denso y sin rumbo aparente de su narrativa. He tenido la honda impresión de que, la motivación profunda de Ligotti es desarrollar un estilo propio oscuro y único, una voz propia que narre un submundo onírico-pesadillesco de realidades ocultas… un Lovecraft moderno. ¿Lo consigue?
Para mí no lo ha hecho, por muchos motivos. El exceso de adjetivos «oscuros» (lúgubre, malsano, repugnante, etc..), lejos de ayudar a crear esa buscada ambientación terrorífica propia, causa más un efecto contrario: parece que determinan al lector a sentir «a la fuerza» esa determinada sensación -en vez de ser conseguida como efecto secundario por la propia prosa-, consiguiendo eso sí a cambio, cargar el texto, densificarlo y, a la postre, hacerlo pesado e incluso aburrido. Era uno de los grandes defectos como escritor de Lovecraft pero que, curiosamente, y por cómo era parte de su estilo y lo compensaba con la brillantez de lo evocador que resultaba, se convertía en parte de su sello y voz irrepetible. En Ligotti, el efecto final está lejos de ser igual.
Uno de sus puntos positivos, que sí me han gustado, es lo particular de sus atmósferas y el gusto por lo literario en casi todos sus textos. Se busca lo perturbador, lo pesadillesco y lo grotesco de imaginaciones distorsionadas, pocas veces lo truculento o el impacto de la violencia extrema. Al género de terror le va muy bien esto y, más que salir «aterrorizado» de sus relatos, sales con la sensación agotadora de una pesadilla imposible de recordar… te deja apesadumbrado, incluso triste, pero sin un motivo claro.
Otro de los puntos que menos me han gustado es la sensación de «mal cierre» de muchos de sus relatos. Como si no hubiese nada concreto que contar, ningún punto al que llegar, más allá de la búsqueda de esa atmósfera ominosa particular. Bien llevado, puede dar buenos resultados, pero para mí no ha sido así, lo siento.
Debo decir que no he conectado con su estilo y obra. Demasiado denso, rebuscado en pretensiones que no se me han traducido en goce lector; más bien, con sensación de «no sé dónde quieres llegar, no me interesa lo que estás contando, y no estoy disfrutando especialmente con la lectura en sí…«. Me he aburrido más que otra cosa.
¿Significa esto que «La fabrica de pesadillas» sea un mal libro? Para nada, de hecho estoy seguro de que muchísimos lectores disfrutaréis un montón con él, enganchando con su particular forma de narrar. Pero no ha sido para nada en mi caso subjetivo. Mala suerte.
De todas formas, y precisamente porque creo que cada obra es un mundo en sí, que te llega también en un momento «lector» interno particular que puede modificar mucho tu experiencia e impresión sobre lo leído, le daré más oportunidades a Thomas Ligotti y el resto de sus libros. Que para criticar hay que conocer de primera mano.
Pero no será pronto.
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